Viaje a Iemanjá

Prólogo

Ya venía con ese mambo de estar despierto y atento a los mensajes y antes de partir me pegue el viaje La Plata-Moreno para ir a ver a Graciela, una prima de mi viejo que se acercó hace varios años a la familia ya de grande, preguntando por la familia de su papá. Últimamente me dieron muchas ganas de conocerla mejor y hablar un rato. Fui entonces a Moreno, en plan amor, iba a verla, disfrutar de su compañía y decirle que la banco, hacía bastante quería verla. También sentía que era una persona que tiraba para adelante, en las malas, y que había construido una familia con amor, a pesar de las situaciones complicadas o por ahí gracias a esas situaciones que si las llevamos bien nos acercan y enseñan.

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En el verano de 2016, y después de un año complejo, decidí ir a Necochea a conocer a Luis, un primo de mi vieja de parte de la familia de mi abuelo materno, Narciso. Una mezcla entre curiosidad y ganas de conocer las raíces, de conocer un poco más de mi familia. Hacía un tiempo que mi vieja me decía que porque no iba para allá. Si bien entrado diciembre me había decidido a viajar hasta allá y por eso tenía en la cabeza llamarlo para comunicarme con él, el día anterior a hablar me termina de decidir un escrito de Juan Bautista Deuzeide sobre el barco Knossos, encallado en Quequen y desguazado posteriormente. En el escrito habla de una conversación con el médico a bordo de uno de los barcos, Luis Cavallotti, el nombre de mi tío. Una coincidencia extraña, un mensaje bastante explicito que confirmaba que tenía que emprender el viaje y renovar la memoria. Primero paré unos días en la casa de una amiga, Flora, en Chapadmalal. A mediados de enero viajé desde La Plata. Bajé del colectivo a la madrugada en la ruta que une Mar del Plata con Miramar, no había un alma cerca. Camine hasta una pizería, pedí dos empanadas y consulté que podía tomarme para llegar al lugar que buscaba, la parada por donde se entraba a la cuadra donde esta la casa de Flor. Nada, a esa hora no podía tomarme nada hasta allí y estaba muy lejos para ir caminando y con la mochila repleta como estaba. Un tipo que estaba escuchando la conversación me dijo que me podía llevar hasta la entrada. Me llevo con su pareja en un auto destartalado. Antes de irse me dijo su nombre por si necesitaba lo que fuere. Ya lo olvide. En la casa de Flor y sobre uno de los armarios con una pequeña biblioteca encontré el libro “El entenado” de Saer. Decidí leerlo hasta el final antes de seguir de viaje y me lo llevaba a la playa, al parque detrás de la casa, y a otros paisajes como una loma en la que estaba solo con los pájaros viendo el sol esconderse de a poco entre los acantilados. Ese verano también decidí que cada vez que entrara al mar saludaría a Iemanjá, una diosa procedente del África, como en un rito de comunión con el mar, y así lo hice el primer día y los demás. La primera noche hicimos una fogata con Flor y hablamos de la magia, de las cosas mágicas que nos pasan y las personas hermosas que uno conoce en el camino. En la casa también estaba Prisila, una prima de Flor que al principio parecía bastante pancha pero después se soltó y pudimos reírnos mucho. La madre, Bety, tenía el libro “Mujeres que corren con lobos”, lo que me llevo a recordar el escudo que había visto hacía unos días en donde trabaja mi tía Graciela. Me llamó la atención ese escudo, es de la municipalidad de Merlo y tiene dibujado un lobo y un halcón sobrevolando encima, arriba dos rosas rojas. En la playa también estaba una amiga de la familia de Flor, Dora, una investigadora del Conicet del área humanidades a quien hacía unos meses atrás había invitado por e-mail a dar una charla en La Plata sobre las experiencias de las mujeres en el ámbito científico, finalmente no pudimos concretarlo, no sería el momento. Hablamos con ella de varios temas, nos contó de la isla Santillana del mar y las pinturas rupestres de las tribus que la habitaron, una historia graciosa sobre Dalí y Gala tomando sol en topless en Torremolinos, nos contó sobre la historia de Salvadora Botana y la trágica muerte de su hijo. Yo les conté que estaba leyendo el libro de Saer y hablaba de la tribu Colastiné, que al parecer se encontraban en lo que hoy es Santa Fe. Luego hablamos de la militancia de los años setenta en la universidad, de su militancia. Hace unos años que la memoria de esos hechos me llega de los mismos militantes de la época, de una forma más natural y humana. La memoria oral puede ser más engañosa que la escrita, menos chequeada, pero también tiene más expresión y pasión, tiene sonrisas y complicidades. No está hecha de hechos reales sino de interpretaciones individuales de una realidad increíble y terrorífica. Pero el terror no puede con la memoria y la alegría de compartirla, ese compartir siempre mueve cosas en nuestra vida. El día anterior a seguir con mi viaje estaba mirando la guía telefónica para ver si encontraba el nombre de mi tío mientras hablaba con Carlos, el papá de Flor, sobre como seguir el viaje, que camino tomar. Miraba la guía sin buscar mucho en realidad ya que el teléfono de mi tío lo tenía y me había comunicado con él hacía unos días. Entre las hojas veo una propaganda con una foto donde aparece la virgen de Lourdes y una invitación a su santuario en Miramar. Al tiempo que miraba esto Carlos me habla sobre el altar de la virgen de Lourdes, una coincidencia más, otro mensaje. Decidí escuchar estos mensajes y concretarlos en lo posible. Terminé el libro de Saer: “Desembarazar su entendimiento de la rigidez del mando, parecía dejarlo en un estado de disponibilidad animal que le permitía afrontar mejor lo que pudieran guardar esas tierras desconocidas”, y emprendí viaje.

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Prisila tiene 21 años y una filosofía que la sigue por la calle, una simple que te dice las cosas de frente, que busca calles donde estirar las manos. Ella no se arma como una estatua fuera de sí, a ella le dieron un agujero y todas las cosas que encontró las puso ahí. Algunas veces fue inútil pero después de un tiempo el agujero empezó a brillar.

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La virgen de Lourdes está vestida con un manto Blanco, un rosario sobre el antebrazo derecho. Con las manos juntas dice “Amén” y tiene otro rosario blanco, más pequeño, entre las manos. Debajo del manto blanco sus pies descalzos asoman entre flores. Frente a ella, a la derecha y dándonos la espalda hay otra virgen, o más bien una figura femenina, franciscana por el color de su ropa, mirando a Lourdes de rodillas y con las manos juntas. Me recuerda un poco a la relación entre una madre y una hija. La gruta tiene forma triangular y está hecha con troncos. Allí se da misa, hay un misal y una mesa de piedra, hay bancos espaciados en medio de un bosque. Una misa en medio de los árboles. Voy hasta sus pies para dejarle mi mensaje

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La pala tiene entre sus usos la fuerza del misterio del hombre. Está presente en la construcción de una casa, en el cavar para encontrar bajo la tierra, en el cubrir para ocultar y en el agujero que nos devuelve a un origen. En casi todos los usos la habilidad de la herramienta consiste en abrirle un tajo a la tierra, sacarle un pedazo y llevarlo hasta un lugar nuevo. Así construimos nuestras puertas a otros mundos.

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El agua creció y se lo llevó todo. Nos dejó la marca en las paredes. Además de las cosas hundidas en el agua podrida, se hundió también nuestra vida. Se hundió un cuchillo en las vidas y la sangre se dispersó rápidamente en la marea. El agua fue la excusa para decirnos una verdad dura y persistente, como esas cosas de la casa que están mal desde hace un tiempo, una puerta que no cierra, los hongos en el techo del baño, una pared descascarada, el olor a gas que sale de una de las hornallas. Todo eso insiste y para seguir con nuestra vida lo aceptamos. Es un pacto necesario y habitual que nos deja dormir tranquilos. Un día el agua sube, todo en la casa se arruina, todo cambia y esas pequeñas cosas que estaban inconclusas pero sobrevivían con una voluntad muda ahora pasan a un plano inútil, sin sentido, una especie de limbo adolescente. Después del agua nosotros eramos otras personas, no por el efecto del agua en nuestros cuerpos, que los había, sino porque esas cosas que estaban pendientes entre los dos ya no tenían sentido, también estaban sumergidas, y no pudimos armar una red que nos contenga en nuestro derivar sin distancia ni puerto.

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Loba,

no confundas el día con la noche
no confundas un juego
con la realidad
no mastiques mi corazón
creyendo
que
es solo
un pedazo de carne

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Llegué a Necochea, a la casa de Luis, me prepararon una habitación en el fondo de la casa. La habitación tiene una cama antigua, de esas que se hunden en el medio cuando uno se acuesta. A su derecha un escritorio del tamaño de la cama, un poco más chico. El escritorio tiene 5 cajones, los dibujo en el cuaderno y los numero.
Cajón 1: rollo kodak, tizas de colores en su caja, jabonera triatop y olvidate de la caspa, transportador argentina 78, prendedor de argentina con un cóndor, pin menem 2003, encendedor rojo, sacapuntas amarillo, tres pelotas de tenis, el palito de un rebenque, una agujereadora para hojas, una moneda de San Martín de 10 centavos de 1958, dos escarbadientes (sin usar), cospel de subte, dos escarapelas, llave, cenicero roto blanco, estuche de reloj Citizen, otra llave, moneda de USA 1085 de 25 centavos, dos estampas de la Virgen del Luján (una con el Ángelus y licencia eclesiástica), crema nivea con botón amarillo, libro en hojas tipo A4 “Bozze di estampa” ... “Attivitá de la “Dante” all'estero e in italia nel 1973, Da Palazzo Firenze”. En subrayado en una hoja “América ... Necochea 19”. Una carta de Maggio 1987 en italiano para el cobro de una pensión con la letra similar a la de mi abuelo. Un llavero extraño de Toledo.

Repisas: Hay dos repisas de madera oscura, una virgen, cuatro esculturas pequeñas de mujeres desnudas, dos botellas de licor, un plato con naturaleza muerta pintada, una cajita con un telegrama del 22-12-78, monedas, una caja de fósforos de Bariloche. Una de las esculturas de madera oscura dice: “Sexo penitente” y está firmada por Luis Cavallotti, es una mujer arrodillada sentada sobre sus piernas con las manos atrás y de cara alargada.

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Tenía que encontrarme con la sirena, una de las posibles representaciones de la diosa Iemanjá. Estaba en la playa entre la gente, leyendo, cuando veo de reojo a una mujer que sin saber bien porque despertó mi curiosidad, tenía un vestido colorido, de colores rojo, verde y amarillo. Caminaba por la playa sin detenerse, pensé que tenía que seguirla. La seguí hasta la construcción vacía que se ve a lo lejos, a unas 10 cuadras hacia la derecha cuando uno entra a la playa por la principal. Caminaba a más o menos media cuadra detrás de ella, a veces más atrás, casi sin mirarla. Cada tanto dejaba de ver el mar, el cielo o la gente alrededor y me fijaba que siguiera frente a mi. La veía caminar por el agua con las piernas sumergidas hasta las rodillas. Llegando a la construcción la cantidad de gente era mucho menor, más 4x4 y menos gente. Mire un poco esa especie de puerto inconcluso, el esqueleto de una construcción que nunca sería terminada. La gente se sacaba fotos entre columnas y un techo, derruido por el agua. Crucé la construcción y me fui a meter al agua. Saludé a Iemanjá metiéndome en el agua hasta las piernas y hablándole dulcemente, lavando mi cara. Volví y a unas tres cuadras de la principal me metí por la calle paralela a la costa y pasé por una plaza en la que se vé una escultura de una mujer sentada mirando el mar. La escultura está en una especie de duna en la plaza y si uno está en la vereda de la plaza mirándola solo puede ver el torso femenino y la cabeza de pelo lacio. Cuando uno sube ve que es una sirena. En la fuente hay pájaros que posan para tomar agua. Los pájaros con sus alas y su forma natural de habitar el aire, la sirena con su cola, su forma de habitar el agua. Pero no, ella no habita el agua, ella es un híbrido, por eso está en la costa, en un espacio que limita dos formas de vida completamente distintas. Es divertido que vengan a visitarla los pájaros, es como si vinieran a darle alas para que se despegue de esa indecisión que la tiene presa, quien sabe si presa de ser pez, o presa de su naturaleza femenina. Sin embargo no puede mostrar su sexo, muestra su torso desnudo y una mirada compenetrada que se clava en Zeus, un parador con restaurant sobre la costa, una construcción que se interpone entre ella y el mar. La figura parece de cemento pintado de plateado pero ya sin pintura. Pienso que tengo que venir a verla con la luna llena y decirle al oído un poema para despertarla. Fue donada por la sociedad Danesa de Necochea en el año 2009, sentada en una roca, rodeada por el agua de la fuente, con verdín. Está sentada de costado, apoyada sobre su brazo derecho, como si fuera realmente difícil o incómodo mantener una posición estable, incómoda con esa cola que en la tierra parece una maldición.
Hay dos mástiles con dos banderas a cada costado de la estatua, una de Dinamarca y otra de Argentina. El viento hace golpear en uno de los mástiles la soga que sirve para izar la bandera provocando un sonido rítmico y monótono. ¿Será esa la verdadera maldición? ¿La monotonía de establecerse en un lugar límite, sin poder embarcarse de lleno en las profundidades del mar ni tampoco sentir en su cuerpo la estela de un hombre que la posea, que pueda abrazar su cuerpo y contenerlo, como olas besando su piel escamada?Ahora me doy cuenta, y no puedo dejar de pensarlo. Vos también te disputas entre dos mundos, entre dos territorios, dos formas de vida, dos tipos de alimento. Quisieras ser algo completo, total, y esperar desde ese lugar la calma. Pero la totalidad no existe, ni siquiera existiendo algo así como un espejo para ver algo similar a tu cuerpo doble. Aceptar el tajo de la vida también es gritarlo, cantarlo, abrir con la voz la queja honda que atrae a los marineros. Aceptarte incompleta, rota, inconclusa, diversa, hecha de retazos de distintos cuerpos, de otros mundos, y por lo mismo única y mágica. En esa metáfora yo soy un pájaro, no tengo nada, ni un hilo que me ate a la tierra, habito el aire, ninguno de tus dos espacios en disputa. Sin embargo me poso sobre la tierra para tomar el agua de esa fuente bajo tu cuerpo, mientras tus ojos siguen fijos, esperando la respuesta de tu dios.

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¿La sirena es Iemanjá? ¿Iemanjá es una sirena? Las sirenas provienen de la tragedia griega, del mito de Ulises. Iemanjá, en cambio, proviene de África, es parte de la religión yoruba y representa a la diosa del agua, una figura pagana que en latinoamérica se reconoce como la virgen Stella Maris. Esta virgen es un sincretismo entre la diosa Africana y la religión católica, una forma que encontraron los esclavos africanos para seguir con sus creencias. En las imágenes del google aparece a veces con cola de pez, como una sirena, a veces con piernas en vez de cola, y con mantos celestes, blancos o verde claros. También aparece con mantos tapando sus piernas. Puede encontrarse una imagen Africana de una mujer con una víbora en el cuello y pelo medio afro pero caído, negra con ojos hondos. Necochea es el apellido de uno de los granaderos de San Martín que fue premiado por su servicio con estas tierras. Es un apellido de origen vasco (Nekotxea) que significa “casa de Neko”. El partido de Necochea es creado en 1865 por una ley que crea también un conjunto de pueblos en la provincia de Buenos Aires. La construcción de la ciudad se daría 15 años después, el lugar de construcción se establece a partir del naufragio de la embarcación "El Filántropo" frente a las costas de Médano Blanco luego de que varios vecinos pertenecientes a la logia se acercarán a dar ayuda. Se pensó que era un buen presagio y se construyó la ciudad en el lugar del naufragio. El acta de fundación de la ciudad data del 12 de Octubre de 1881 y la mayoría de los firmantes pertenecen a la logia masónica Sol Argentino N° 160. Las firmas de los masones terminan con los tres puntos que marcan su pertenencia. La logia masónica adora al dios GADU (Gran Arquitecto Del Universo), otro sincretismo entre dos culturas, una mezcla entre el dios cristiano de Roma y la “Edad media” Europea y la influencia del mecanicismo que surge durante el renacimiento luego de las relecturas de los griegos, Platón, Aristóteles, Pitágoras y Arquimedes. Sobretodo una mezcla entre el misterio de los números y las escalas de Pitágoras y la aplicación de la matemática a algunos problemas planteados por Arquimedes, más que nada en el tema de la flotación de los cuerpos describiendo con números y operaciones matemáticas el resultado de sumergir un cuerpo en el agua. La racionalidad que comienza a vislumbrarse a partir del renacimiento ya no permitía creer que dios “juega a los dados” como se niega en la frase de Einstein pero en un contexto distinto. Si hay regularidades en el mundo que pueden describirse con números y operaciones racionales, entonces la naturaleza se puede descifrar y la matemática es su lenguaje. La perfección de la creación se debe al gran conocimiento de dios, un dios pensado como un gran arquitecto. Un dios que utiliza la matemática para la creación del mundo, que también tiene componentes míticos pero finalmente se integra al lenguaje racional del hombre. Se integra a las categorías, el espacio, el tiempo, el lenguaje de la razón pura que plantea Kant como estructura previa de nuestro conocer. Pero un dios que para crear el mundo se debe atener al lenguaje de nuestra estructura racional es finalmente desplazado para poner al hombre en el medio del universo, o por lo menos su racionalidad. Este volver a mirar hacia el hombre tiene un correlato artístico durante el renacimiento, una etapa que replanteó una nueva concepción del hombre y su estar en el mundo. Antes del renacimiento en Europa las obras de arte eran hechas para retratar las escrituras religiosas, un arte al servicio de la práctica religiosa. A partir del renacimiento las obras artísticas comienzan a tomar al humano como un hecho artístico en sí mismo. Paradojicamente durante la revolución científica se acepta la postura de Copérnico según la cual la tierra (representación de la existencia del hombre en el cosmos) ya no sería el centro del universo, sino el sol. Luego de este desplazamiento vendrían otros que correrían el centro nuevamente y nos dejarían como algo diminuto en un espacio infinito. Siempre pensé que estos dos movimientos son contradictorios, por un lado se pone al hombre como centro pero por el otro la tierra deja de serlo. El humano que vuelve a hacerse la pregunta por su propio ser pero vive en un pequeño planeta sumergido en un espacio gigantesco que lo vuelve insignificante. Quizás estas dos miradas no son contrapuestas, si dios no existe, si la tierra no es el centro del universo, entonces el hombre no está místicamente unido al todo. En ese mismo sentido y a partir de las incursiones en los océanos Europa también deja de ser el centro de la tierra. No por nada este desarrollo se dio contemporáneamente al descubrimiento europeo de América. Esta herida obligó al europeo a encontrarse sin dios, como dice Sartre y su existencialismo, sin designio divino, en un espacio vacío, con un hambre caníbal y viene a llenar ese hueco con tierra, con oro, con muerte. En nombre de esa racionalidad, iniciada políticamente por el iluminismo y llevada hasta el surgimiento de los genocidios calculables es que se masacró a la cultura precolombina, africana y europea, entre otras.
Ahora surge la pregunta de que había aquí antes del “descubrimiento” de América, y una pregunta más importante, como podemos decir que nuestro origen es Europeo cuando nuestras raíces profundas nos llevan al África. Hasta donde tenemos ganas de escarbar? Somos descendientes de Europa o de África? La memoria parece tener una barrera infranqueable clavada en la época de la guerra, en la Europa industrial, o incluso en Grecia si se quiere ahondar en la filosofía occidental y en las raíces de nuestra cosmovisión. Pero hay que estar atentos porque las barreras de la memoria se caen y un día nos damos cuenta de que siempre fuimos africanos y ahora vivimos en América. La racionalidad occidental que no puede imaginar ciudades que no sean cuadradas y las imprime en serie en cualquier paisaje, no se comunica ni complementa con el llamado de la tierra. Al exterminar al americano se ocultaron los ritos de comunión con la tierra. También se perdió la concepción de una temporalidad más amplia. El genocidio y la desaparición de una forma distinta de vivir, es también el ocultamiento de una parte de nosotros mismos. Aceptamos a Europa como modelo y mientras veíamos morir a nuestros hermanos, a nuestros hijos, en guerras inhumanas y devastarse las ciudades, quisimos replicar una Europa en América. Una América que jamás pisamos, al punto de que hasta su nombre proviene de Europa. Una Europa que estaba en periodo de descomposición entre plagas, y guerras religiosas que exterminaron más gente que las plagas. Pero las temporalidades de los pueblos precolombinos son más duraderas y tarde o temprano nos vendrán a contar sobre otros mundos, sobre nuestra naturaleza.
Saludo a Iemanjá pidiendo que me envíe al oráculo de hoy, que me muestre el camino.